Lecturas de verano
En verano, en las horas más calurosas del día, con la habitación en penumbra y fresca gracias al aire acondicionado, me gusta leer novelas que me traigan el recuerdo de las olas desplazándose por un océano lleno de peligros y sobresaltos. Los que me conocen saben de mi debilidad por los libros de aventuras que tan alejados están -en general- de la actual prosa española, muchas veces tan filosófica y tan lenta, lentísima en su progresión narrativa.
Cada verano, siempre leo y releo los mismos libros con algunas pequeñas adiciones a mi lista de favoritos que la van aumentando de tanto en tanto. No me canso de acompañar a Long John Silver en sus planes por hacerse con el enorme tesoro de Flint. No me canso de esperar a que el vigía grite un ‘¡Ahí sopla!’ para que al Capitán Ahab le recorra la espalda un escalofrío. Tampoco de ver cómo el joven Harvey Cheyne, tras caer de la cubierta de un transatlántico y ser recogido por unos pescadores, aprende a apreciar el valor de la amistad, del trabajo, de la vida…
Son libros apasionantes, libros de ambiente marino que traerán el recuerdo del salitre a los labios mientras uno disfruta enormemente con su lectura. Algunos de los títulos que más me gustan son:
- Capitanes intrépidos. Rudyard Kipling.
- La isla del tesoro. Robert. L. Stevenson.
- El cazador de barcos. Justin Scott.
- Lobo de mar. Jack London.
- Veinte mil leguas de viaje submarino. Julio Verne.
- Piratas. Aberto Vázquez-Figueroa.
- Moby Dick. Herman Melville